miércoles, 27 de noviembre de 2013

| Bernarda Llorente, productora y periodista

"Sufrimos 32 allanamientos: en uno vino el hijo de Videla"

Inició su adolescencia en la clandestinidad, se exilió en España y en  México, y regresó exactamente siete años después: "No volví a reconstruir mi identidad hasta no volver a mi país." Es una de las responsables de Televisión por la Identidad: "Fue una elección que rompe la lógica de la industria."

1 2 3 4 5
Info News
Info News
Info News

Hija de una abogada laboralista y de un ingeniero y profesor universitario, Bernarda Llorente inició su adolescencia en la clandestinidad. Luego de años de persecución y de contar –sabe el número exacto– 32 allanamientos en su casa, en San Rafael, Mendoza, su madre junto a ella hallaron refugio en Buenos Aires, hasta exiliarse primero en España y luego en México.
Bernie dejó su casa familiar con el propósito de salvar a su madre, Susana Sanz, que se había convertido en una líder política y regresó luego de siete años de exilio, exactamente  el mismo día calendario que había cruzado la frontera pero en sentido contrario. "Cinco de octubre de 1984", señala sobre el día marcado en su historia. 
Llegó convertida en periodista, sin DNI, con el pecho hinchado de anhelo por recuperar su identidad y con un claro propósito de luchar a favor de los Derechos Humanos. "No volví a reconstruir mi identidad hasta no volver a mi país, no iba a poder terminar un proceso si seguía mi vida afuera. Me iba a quedar truncada la vida", manifiesta y revela, de a poco, parte de su pasado que mantuvo en privado.
Reconocida por su trabajo junto a Claudio Villarruel, inicialmente en Telefe y ahora con OnTV, en las tres décadas de democracia, sumó una licenciatura en Ciencias Políticas y dedicó su trabajo en los medios "a aportar en la construcción de la ampliación de márgenes democráticos". Durante los diez años al frente de Telefe impulsó ficciones con anclaje social como Montecristo, Vidas Robadas, Resistiré, Ver para leer, Ser urbano y el ciclo de TV X la identidad, que luego extenderían con TV X la inclusión y, la próxima a estrenarse TV X la Justicia. "Democratizar los medios es también poder generar contenidos que estimulen a pensar la realidad de una manera diferente", sentencia. Ofrece un café, y durante una hora acepta la invitación de olvidar su discreción para repasar en voz alta cómo fue su arribo a la adultez y su recorrido en estos 30 años de democracia. "La historia vale contarla públicamente en función de otros", explica sobre su decisión de no haber hablado en detalle nunca antes sobre aquellos sucesos que la definieron como la mujer y profesional que hoy es.
–¿Qué recuerdo tenés del 24 de marzo de 1976?
–Tenía once años e iba a la escuela pública. Me acuerdo haberme levantado para ir al colegio y escuchar los comunicados. Me acuerdo de la cara de mi padre diciendo a las siete de la mañana: "¡Se pudrió todo!¡Otro golpe!"
–¿Qué sucedió con tu familia a partir de ese día?
–Había empezado mucho antes. Muchas veces fueron a mi casa comandos de la Triple A a secuestrar a mi madre, pero por esas fortunas del destino no la encontraron. Hacia fines de 1974,  tuvo que irse de mi casa y pasó a la clandestinidad. La persecución ya era muy grande. En mi memoria infantil el golpe es como que terminó de definir las cosas. Mi madre era abogada laboralista, terminó siendo una líder política. La persecución a los militantes empieza mucho antes. Cuando muere Perón es un hito definitivo y empieza a escribirse esta historia negra que terminó en el golpe y después se profundiza, aparecen nuevas figuras como son los desaparecidos y cosas propias de la etapa. 
–¿Cuánto entendías vos y cuánta información manejabas con respecto a la situación de clandestinidad de tu mamá? ¿Te advertían que no hables?
–Sí, obviamente. Tengo una hermana mayor, Mariana. Las dos éramos muy conscientes de lo que significaba. Mi madre se había tenido que ir de mi casa muchas veces por algunos días. Antes del '73, había razzias, mi mamá se iba pero en dos o tres días volvía. Hasta que un día me dijo que tenían que irse y yo le respondí: "No hay problema, son sólo unos pocos días." Pero esa vez, mi madre me miró y me dijo que iba a ser mucho tiempo. La visitábamos en plena clandestinidad. Teníamos que tomar muchas medidas de seguridad. Éramos muy conscientes del riesgo que corría. Una de las imágenes que tengo de mi infancia, antes del golpe y después también, era que venía el diariero con una bocina y una bicicleta a entregarte el diario y había una situación implícita donde los tres nos mirábamos con mi padre y mi hermana y queríamos agarrar primero el diario. Eso ocurría todos los días. Era una situación sin palabras, pero estaba todo dicho.
–¿Qué esperaban en el diario?
–La tranquilidad de que no existiera la mala noticia. No estábamos esperando la noticia que mataron a mi madre sino justamente era el alivio que el diario no nos diera la noticia que rondaba, y que sabías que era posible.
–Finalmente se fueron a España.
–Estuve un año en Buenos Aires y en la clandestinidad. Fui a un colegio de monjas que me aceptaron sin pasar mi nombre verdadero al Ministerio de Educación. 
–¿En la lista de alumnos, eras Bernarda?
–Para mis compañeras era Bernarda pero contaba toda una historia distinta de por qué estaba en Buenos Aires y mentía donde vivía. Antes de venir con mi madre a Buenos Aires se había desatado una gran represión en Mendoza. A mi padre lo echaron de todos los empleos, era ingeniero y profesor universitario. Y él tuvo la estrategia de decir: nos quedamos acá, en un lugar conocido y entre la familia. Mis padres eran figuras importantes del pueblo. Hubo un costo en la resistencia, como las fuerzas de seguridad en ese momento no estaban coordinadas, sino que cada una defendía su propio espacio, recuerdo hasta que llegué a Buenos Aires fueron 32 allanamientos.
–¿En tu casa?
–Sí, en mi casa familiar. Iban de fuerzas de Buenos Aires, más policía de Mendoza, iban de los destacamentos del ejército, la marina de Buenos Aires, de la Federal de Buenos Aires. Incluso en uno de los allanamientos vino el hijo de Videla que era un teniente jovencito. No había una coordinación. Mi madre, no sé por qué, a lo mejor por ser mujer, era como una especie de figura codiciada.
–¿Vienen con tu hermana a Buenos Aires?
–No. Mi hermana en este pacto implícito decide quedarse con mi padre, no queríamos abandonar a nuestros padres. Hay un momento en la vida en que los hijos se vuelven "protectores" de los padres.
–¿Vos viniste a Buenos Aires con esa idea? ¿Que era más seguro para vos y tu mamá?
–Yo venía con la idea de salvar a mi madre. Esas ideas que uno puede tener a los doce años. Me pareció que era el cable a tierra, me pareció que no era una situación donde mataban a todo el mundo.  Finalmente era como una posibilidad para mi madre, salvarla, pensé que tenía que salvarla.
–¿Terminaste el secundario ahí?
–No. No sé qué pasó con esa monja. La rectora de esa escuela desapareció. Yo fui durante el '77. Vivíamos en Recoleta y tomaba un colectivohasta Floresta, lo tenía que tomar como a las 6 de la mañana y yo entraba a las 7. Mentía donde vivía pero viajaba mucho. A veces coincidía que cuando estaba en la parada, venía un patrullero que dejaba a dos tipos, que eran de la comisaría de Las Heras. Esos tipos hablaban lo que habían hecho durante la noche y de los detenidos que tenían.
–¿Qué contabas en la escuela?
–Que vivía con una tía que había venido porque tenía problemas en la columna y estábamos haciendo un tratamiento. Que esa tía se llamaba Nené. Vivíamos con el padre de un amigo que había alquilado la casa como cobertura. Ni siquiera esa persona sabía que mi madre era mi madre, pensaba que era mi tía. Durante un año nunca la dije mamá a mi madre.
–¿Incluso en la intimidad?
–Si estábamos solas, sí. Pero si aparecía otra persona nunca se me escapó mamá, que es una palabra muy básica. 
 
Desde finales de 1977 hasta 1980 Bernarda Llorente vivió con su mamá y su hermana en España, luego pasaron a México hasta 1984. Recuerda claramente el 30 de octubre de 1983. "Nos juntamos muchos argentinos  que estaban en México y a través de una radio de onda corta agarrábamos Radio Nacional, creo que era Radio Nacional,  y escuchamos el resultado de las elecciones."
–¿Y qué significación tuvo ese día para vos?
–Cuando era chica fui muy consciente que tenía que volver a la Argentina. Necesitaba reconstruir la identidad y cualquier otro camino que tomara me iba a coartar la posibilidad de reconstruir mi identidad. Mi identidad estaba muy ligada a este país. Seguía viviendo como argentina, leíamos diarios viejos como si fueran nuevos y mi identidad siempre mantuvo un compromiso con los Derechos Humanos.
–¿Qué día volviste a Argentina?
–Volví el mismo día que me había ido, siete años después. El 5 de Octubre de 1984. En realidad no podía volver porque no tenía DNI, tuve que hacer todo un trámite de excepción y además era menor de edad. Necesitaba unos permisos y autorizaciones. Voté por primera vez en el '87. De chica, como autodidacta, me había hecho periodista porque me habían ofrecido un trabajo, ya vine con esta profesión. En la Argentina estaba Sergio Sinaí, con quien había trabajado en México y con él empecé a trabajar en Editorial Perfil.
–¿Qué es para vos la democracia?
–La democracia tiene distintas etapas, hubo transiciones. Arribamos a una democracia mucho más débil y más endeble. Una democracia en donde la gente todavía tenía muchos temores y mucha incertidumbre. La democracia era como una bocanada de aire donde se recuperan muchas cosas perdidas, pero el escenario fue incierto por la cantidad de amenazas que hubo en contra de la democracia. Por un lado uno tenía muchas expectativas que con la democracia todo se solucionaba, está la famosa frase de Alfonsín, esos siete años de dictadura no habían sido en vano. Esta sociedad se había transformado en términos muy profundos. Era una sociedad fisurada social y políticamente, no sólo había pasado la represión sino un plan económico que había destruido la base de esos cimientos de esa Argentina que había tenido el peronismo, de una unidad social. La democracia fue mostrando sus límites en algunas cosas, pero al mismo tiempo fue pasando pruebas de fuego que la fueron consolidando. 
–¿Cómo estamos a 30 años?
–Lo más cercano que uno puede imaginar a lo que es la democracia en un proceso perfectible. La democracia no es sólo poder acceder al voto, no sólo poder elegir representantes, sino que está ligada ala participación ciudadana, cuál es el papel de los ciudadanos y cuán inclusiva es esa democracia. La gente tiene mucho más expectativas de ser protagonista de una serie de cosas. 
–¿El desarrollo de tu carrera como realizadora que incluye series de Televisión X la identidad, es un ejemplo de una democracia consolidada?
–Con Claudio Villarruel decidimos romper la lógica que había imperado hasta ese momento en la televisión abierta, de sólo tocar determinados temas del pasado a través de documentales o noticieros. A partir de un compromiso básicamente personal que tenemos con la realidad, pudimos unir el trabajo con lo más profundo de nuestra conciencia . Eso es un privilegio que uno tiene que pelear, ganar y arriesgar; no es gratuito. Fue una elección  que rompe la lógica de la industria como negocio para atarse a las reglas del corazón, la conciencia y el compromiso. Y hay toda una camada de gente que no sólo apuesta a hacer una televisión distinta, sino que también imagina una realidad diferente. Más de diez nietos fueron recuperados y cuando tu trabajo profesional se amalgama de esa manera con la realidad, la televisión cobra otros sentidos.  «
 
 
Por qué Bernarda Llorente
Por su decisión de trabajar en pos de los Derechos Humanos, realizando en televisión abierta de historias de ficción  que contribuyeron a la restitución de identidades. Por primera vez detalla la experiencia familiar ante la persecución sufrida por su madre, Susana Sanz, a quien buscaron en 32 allanamientos en su casa en San Rafael, Mendoza. Durante la resistencia, vivió un año de "clandestinidad" en un colegio de monjas en Buenos Aires, hasta exiliarse y regresar en 1984, cuando trabajó en Derechos Humanos, con Augusto Conte,en el Consejo de la Mujer y en el CELS, hasta dedicarse a su trabajo en los medios.
 
 
Memoria por tv abierta
La imagen que ilustra la vida en democracia está directamente relacionada a su trabajo y el compromiso con la defensa de los Derechos Humanos. "Haber podido hacer en la televisión abierta un programa que hablara sobre la historia de los nietos recuperados (Televisión por la identidad), y antes haber podido hacer Montecristo, es un ícono de la consolidación definitiva de la democracia en la Argentina. A través de ambos programas muchos padres e hijos se pudieron sentar a charlar lo que había pasado durante los capítulos más negros de nuestra historia. Y todo eso posibilitó también que varios nietos se acercaran a Abuelas con la decisión de enfrentar la verdad. Las protagonistas de estos 30 años son las Abuelas y las Madres y también son los militantes que resistieron, los que no renunciaron a sus convicciones. Una parte muy grande de esta sociedad es también protagonista importante en la posición de decir:  'Nunca más vivamos esto.' Todo eso fue construyendo esta cultura democrática que hoy tenemos."
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario