miércoles, 5 de febrero de 2014

Periodismo y realidad
Sandra Massoni analiza la situación del periodismo actual, habla de la necesidad de trabajar sobre verdades situadas, dejar atrás el simulacro y la batalla dual para comunicar estratégicamente.
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http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Sandra Massoni *
Desde Rosario
La falacia de la comunicación como un hablar de la realidad que se adueñóotra vez de los noticieros por estos días trajo a mi memoria un episodio otrora gracioso y ocurrente vinculado a los medios de comunicaciónmasivos.
Aquel vendedor era un personaje inolvidable no sólo por el tono agudo de su voz en contraste con su enorme porte, sino por lo que voceaba. Eramos varios parroquianos los que desayunábamos en el bar esperando su llegada. Me daba cuenta –mientras revolvía lentamente mi café con leche– que yo no era la única expectante; estábamos, como quien no quiere la cosa, mirando hacia la esquina de reojo, listos para llamarlo cuando apareciera y ya apartado el fajito de billetes correspondientes a nuestro ejemplar en una orilla de la mesa. Y él llegaba, apenas un poco después de su característico estridente: ¡Diaaariooo! Para nuestro deleite el tipo tenía preparados cada día tres o cuatro titulares inventados que voceaba alternativamente y según la clientela. ¡Diaaariooo! Todo sobre la lesióón del campeón mundial...¡Diaaariooo! No se sabe si podrá correr la próxima carrera o si se interna en una cliiínica del planeta Martee ¡Diaaariooo! Tomaba un caso y se imaginaba ingeniosos desenlaces dramáticos, irónicos, desopilantes, todos sobre el mismo hecho noticioso. Era un juego que nos permitíamos canillita y compradores como un preludio a ese momento fundante, serio y cotidiano en el que los ciudadanos responsables leíamos las noticias en el diario.
Este canillita volvió a mi memoria porque algo similar a lo que él hacía –como un ingenioso yeite para atraer clientes– están haciendo hoy ciertos medios masivos en Argentina. También para vender, claro, pero no justamente periódicos. Da origen a esta nota la mezcla de lástima y vergüenza ajena que me produce otra vez esta farándula embustera que hace de periodista en los medios nacionales con grandes aspavientos y pretendiendo que comunicar es informar. Muchos de ellos usan el mismo dispositivo de inventar derivaciones desopilantes de las noticias, sólo que ya no resulta gracioso para nadie. Comparar un hecho noticioso en varios diarios hoy en día en este país más bien resulta desalentador por la desmesura de lo que se publica.
Estamos atravesando los restos deplorables de una modalidad periodística que no da para más. Que descalifica a la profesión. La envilece por su falta de calidad. No hay tal realidad separada de quien habla y, por tanto, no hayverdades únicas. Solo hay verdades situadas, siempre en tensión. Lo que es verdadero para uno, no lo es para otro. Por el bien común es preciso considerar las consecuencias de la desmesura y dejar atrás el simulacro, la batalla dual, la descalificación novelada de la peor calaña, la falta de dignidad periodística. Alguien dijo en estos días que una mala persona nunca podrá ser un buen periodista. Más allá de esa dimensión del asunto a la cual se debería atender de alguna forma, los periodistas también vamos a tener que aprender a convivir con esta cuestión de las verdades con raíces, las verdades en un territorio en particular y con seres en conversación. Vamos a tener que aprender a trabajar con ellas en tanto el mundo en que vivimos es un mundo fluido en el que las personas están interconectadas en tiempo real.
En el periodismo, necesitamos dar un salto evolutivo para abrir nuestras rutinas profesionales a la complejidad del fenómeno comunicacional actual. Se trata de comunicar estratégicamente, rebasando a la comunicación en línea –tanto la de la transferencia como la de la denuncia– y ampliando nuestras competencias a partir de la consideración de la multidimensionalidad de lo comunicacional.
Hay dos vertientes reduccionistas de la profesión que es urgente confrontar considerando los impactos de su accionar sobre las vidas cotidianas de nuestras sociedades: por un lado, los mercachifles de siempre que envilecen al periodismo como pura mercancía; por el otro, los que pretenden hablar de la realidad con imparcialidad. Para los segundos podría servir aquella frase de Heinz von Foerster que dice: “Objetividad es el delirio de un sujeto que piensa que observar se puede hacer sin él”. Dos visiones con consecuencias indeseables que es imprescindible examinar desde el espacio crítico de los estudios de la comunicación. Mentira la verdad –Sztajnszrajber dixit– en torno de periodismo y realidad.
* Directora de la Maestría en Comunicación Estratégica, UNR.
MEDIOS Y COMUNICACION
Otra pata del derecho a la comunicación
Daniel Badenes presenta una iniciativa de ley impulsada por las revistas culturales que busca garantizar el funcionamiento de un sector que es vital para el ejercicio pleno del derecho a la comunicación.

http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Daniel Badenes *
La democratización de la comunicación es una necesidad social. A partir del 2009 las discusiones sobre la Ley de Servicios de ComunicaciónAudiovisual profundizaron un debate que hace mucho más tiempo venían planteando los medios comunitarios, el movimiento cooperativo, las universidades públicas y los trabajadores de la comunicación. El conjunto de la sociedad tomó conciencia de que es necesario intervenir con políticas para garantizar la pluralidad de voces. Después de que la Corte confirmó que la ley que regula a la radio y televisión es plenamente constitucional, hay que consolidar y profundizar esa concepción de la comunicación como derecho humano y garantizar que la libertad de expresión no sea un lujo, sólo disponible para quienes sobreviven a las lógicas del mercado.
En mayo del año anterior ingresó al Congreso nacional un proyecto de Leyde Fomento para la Producción Independiente y Autogestiva de Comunicación Cultural por medios gráficos e Internet, que desde la Asociación de Revistas Culturales Independientes de Argentina (AReCIA) entendemos como la otra pata de la ley de medios, porque con el mismo espíritu propone intervenir en un sector también amenazado por la concentración mediática.
Hoy, la buena noticia es que con el intenso debate de estos años, las corporaciones periodísticas perdieron credibilidad y lectores. La mala: que empresas como La Nación y Clarín reformularon sus estrategias para dominar el mercado de la prensa gráfica. Comenzaron a editar revistas para compensar la caída en las ventas de diarios y a controlar la distribución y comercialización con maniobras extorsivas. Un ejemplo: impusieron a los canillitas una quita al porcentaje que reciben por la venta. Mientras las revistas culturales independientes respetan el 33 por ciento otorgado por ley, hoy las editadas por La Nación y Clarín entregan sólo un 22 por ciento. Esta lógica corporativa empobrece al sector.
Las publicaciones gráficas y de Internet, independientes y autogestivas, libran cotidianamente una batalla contra la monopolización de las voces, los contenidos y las estéticas.
AReCIA reúne actualmente a más de 300 revistas culturales. Algunas tienen más de 20 años y, sin publicidad oficial, sobrevivieron a distintas crisis, corralitos, prácticas monopólicas y otras pesadillas de la economía argentina. Otras son recientes y muestran la vigencia de los medios impresos para expresar la diversidad cultural de las comunidades. Todas implican otra forma de producir, que no busca la maximización del lucro para considerar sostenible a un medio, sino la justa remuneración del trabajo realizado en forma autogestionada. La mayoría son del mal llamado “interior” del país. Tras ellas hay organizaciones sociales, centros culturales, grupos de jóvenes, cooperativas de trabajo, editores con vocación por lo que hacen. No venden silencios, como los grandes medios comerciales, sino que hablan sin restricciones de política, de cine, de género, de música, de filosofía, de artes visuales y prácticas corporales, entre otros temas. No tienen otros dueños que quienes las llevan adelante ni intereses comerciales por detrás de sus medios. Y no son marginales: se calcula que el sector aglutina un promedio de dos millones de lectores mensuales, y que realiza un aporte significativo a la industria gráfica, que asciende a los 3,5 millones de pesos por mes destinados a pymes en distintas regiones del país. Constantemente amenazadas por el precio del papel y las condiciones desfavorables para la circulación, estas revistas culturales sobreviven porque las sostienen las y los lectores.
Esa realidad nos ha llevado a reunirnos para construir de manera colectiva: la competencia pertenece al paradigma que queremos dejar atrás. Tras años de estudiar y debatir nuestras problemáticas, elaboramos el proyecto que plantea, por sobre todas las cosas, el reconocimiento del sector como un actor vital en el proceso de comunicación del país, que responde a una lógica diferente de la estrictamente comercial, nacida de las mismas prácticas de resistencia de la sociedad.
El proyecto impulsado desde AReCIA, presentado por el diputado Jorge Rivas y que ya cuenta con el aval de legisladores y universidades nacionales, tiene cuatro patas fundamentales: un tratamiento impositivo más equitativo; un fondo económico destinado a la inversión, desarrollo y consolidación del sistema de producción independiente y autogestivo; el acceso prioritario a créditos, licitaciones y concursos, y garantías en los mecanismos de circulación y difusión: medios públicos, bibliotecas y centros culturales, entre otros. Eso es lo que garantiza este proyecto de ley: que el sector de revistas independientes y autogestivas pueda multiplicarse, fortalecerse y crecer para estar a la altura de esa necesidad social de la que somos hijos y deudores.
* Presidente de la Asociación de Revistas Culturales Independientes de la República Argentina (AReCIA).


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