Periodismo y realidad
Sandra Massoni analiza la situación del periodismo actual, habla de la necesidad de trabajar sobre verdades situadas, dejar atrás el
simulacro y la batalla dual para comunicar estratégicamente.
Desde Rosario
La falacia de la comunicación como un hablar de la realidad que se adueñóotra vez de los
noticieros por estos días trajo a mi memoria un episodio otrora gracioso y
ocurrente vinculado a los medios de comunicaciónmasivos.
Aquel vendedor era un personaje inolvidable no sólo por el tono agudo de su voz en
contraste con su enorme porte, sino por lo que voceaba. Eramos varios
parroquianos los que desayunábamos en el bar esperando su llegada. Me daba
cuenta –mientras revolvía lentamente mi café con leche– que yo no era la
única expectante; estábamos, como quien no quiere la cosa, mirando hacia la
esquina de reojo, listos para llamarlo cuando apareciera y ya apartado el
fajito de billetes correspondientes a nuestro ejemplar en una orilla de la
mesa. Y él llegaba, apenas un poco después de su característico estridente:
¡Diaaariooo! Para nuestro deleite el tipo tenía preparados cada día tres o
cuatro titulares inventados que voceaba alternativamente y según la clientela.
¡Diaaariooo! Todo sobre la lesióón del campeón mundial...¡Diaaariooo! No se
sabe si podrá correr la próxima carrera o si se interna en una cliiínica del
planeta Martee ¡Diaaariooo! Tomaba un caso y se imaginaba ingeniosos desenlaces
dramáticos, irónicos, desopilantes, todos sobre el mismo hecho noticioso. Era
un juego que nos permitíamos canillita y compradores como un preludio a ese
momento fundante, serio y cotidiano en el que los ciudadanos responsables
leíamos las noticias en el diario.
Este canillita volvió a mi memoria porque algo similar a lo que él hacía
–como un ingenioso yeite para atraer clientes– están haciendo hoy
ciertos medios masivos en Argentina. También para vender, claro, pero no justamente
periódicos. Da origen a esta nota la mezcla de lástima y vergüenza ajena que me
produce otra vez esta farándula embustera que hace de periodista en los medios
nacionales con grandes aspavientos y pretendiendo que comunicar es informar.
Muchos de ellos usan el mismo dispositivo de inventar derivaciones desopilantes
de las
noticias, sólo que ya no resulta gracioso para nadie. Comparar un hecho
noticioso en varios diarios hoy en día en este país
más bien resulta desalentador por la desmesura de lo que se publica.
Estamos atravesando los restos deplorables de una modalidad periodística
que no da para más. Que descalifica a la profesión. La envilece por su falta de
calidad. No hay tal realidad separada de quien habla y, por tanto, no hayverdades únicas. Solo
hay verdades situadas, siempre en tensión. Lo que es verdadero para uno, no lo
es para otro. Por el bien común es preciso considerar las consecuencias de la
desmesura y dejar atrás el simulacro, la batalla dual, la descalificación
novelada de la peor calaña, la falta de dignidad periodística. Alguien dijo en
estos días que una mala persona nunca podrá ser un buen periodista. Más allá de
esa dimensión del asunto a la cual se debería atender de alguna forma, los
periodistas también vamos a tener que aprender a convivir con esta cuestión de
las verdades con raíces, las verdades en un territorio en particular y con
seres en conversación. Vamos a tener que aprender a trabajar con ellas en tanto
el mundo en que vivimos es un mundo fluido en el que las personas están
interconectadas en tiempo real.
En el periodismo,
necesitamos dar un salto evolutivo para abrir nuestras rutinas profesionales a
la complejidad del fenómeno comunicacional actual. Se trata de comunicar
estratégicamente, rebasando a la comunicación en línea –tanto la de la
transferencia como la de la denuncia– y ampliando nuestras competencias a
partir de la consideración de la multidimensionalidad de lo comunicacional.
Hay dos vertientes reduccionistas de la profesión que es urgente
confrontar considerando los impactos de su accionar sobre las vidas cotidianas
de nuestras sociedades: por un lado, los mercachifles de siempre que envilecen
al periodismo como pura mercancía; por el otro, los que pretenden
hablar de la realidad con imparcialidad. Para los segundos podría servir
aquella frase de Heinz von Foerster que dice: “Objetividad es el delirio de un
sujeto que piensa que observar se puede hacer sin él”. Dos visiones con
consecuencias indeseables que es imprescindible examinar desde el espacio
crítico de los estudios de la comunicación. Mentira la verdad –Sztajnszrajber
dixit– en torno de periodismo y realidad.
* Directora de la
Maestría en Comunicación Estratégica, UNR.
MEDIOS Y COMUNICACION
Otra pata del derecho a la
comunicación
Daniel Badenes presenta una iniciativa
de ley impulsada por las revistas culturales que busca garantizar el
funcionamiento de un sector que es vital para el ejercicio pleno del
derecho a la comunicación.
Por Daniel Badenes *
La democratización de la comunicación
es una necesidad social. A partir del 2009 las discusiones sobre la Ley de Servicios de ComunicaciónAudiovisual
profundizaron un debate que hace mucho más tiempo venían planteando los medios
comunitarios, el movimiento cooperativo, las universidades públicas y los
trabajadores de la comunicación. El conjunto de la sociedad tomó conciencia de
que es necesario intervenir con políticas para garantizar la pluralidad de
voces. Después de que la Corte confirmó que la ley que regula a la radio y
televisión es plenamente constitucional, hay que consolidar y profundizar esa
concepción de la comunicación como derecho humano y garantizar que la libertad
de expresión no sea un lujo, sólo disponible para quienes sobreviven a las
lógicas del mercado.
En mayo del año anterior ingresó al Congreso nacional un proyecto de Leyde Fomento para la
Producción Independiente y Autogestiva de Comunicación Cultural por medios
gráficos e Internet, que desde la Asociación de Revistas Culturales
Independientes de Argentina (AReCIA) entendemos como la otra pata de la ley de
medios, porque con el mismo espíritu propone intervenir en un sector también
amenazado por la concentración mediática.
Hoy, la buena
noticia es que con el intenso debate de estos años, las corporaciones
periodísticas perdieron credibilidad y lectores. La mala: que empresas como La
Nación y Clarín reformularon sus estrategias para dominar el mercado de la
prensa gráfica. Comenzaron a editar revistas para compensar la caída en las ventas de diarios y a
controlar la distribución y comercialización con maniobras extorsivas. Un ejemplo:
impusieron a los canillitas una quita al porcentaje que reciben por la venta.
Mientras las revistas culturales independientes respetan el 33 por ciento
otorgado por ley, hoy las editadas por La Nación y Clarín entregan sólo un 22
por ciento. Esta lógica corporativa empobrece al sector.
Las publicaciones
gráficas y de Internet, independientes y autogestivas, libran
cotidianamente una batalla contra la monopolización de las voces, los
contenidos y las estéticas.
AReCIA reúne actualmente a más de 300 revistas culturales.
Algunas tienen más de 20 años y, sin publicidad oficial,
sobrevivieron a distintas crisis, corralitos, prácticas monopólicas y otras
pesadillas de la economía argentina. Otras son recientes y muestran la vigencia
de los medios impresos para expresar la diversidad cultural de las comunidades.
Todas implican otra forma de producir, que no busca la maximización del lucro
para considerar sostenible a un medio, sino la justa remuneración del trabajo
realizado en forma autogestionada. La mayoría son del mal llamado “interior”
del país. Tras ellas hay organizaciones sociales, centros culturales, grupos de
jóvenes, cooperativas de trabajo, editores con vocación por lo que hacen. No
venden silencios, como los grandes medios comerciales, sino que hablan sin
restricciones de política, de cine, de género, de música, de filosofía, de
artes visuales y prácticas corporales, entre otros temas. No tienen otros
dueños que quienes las llevan adelante ni intereses comerciales por detrás de
sus medios. Y no son marginales: se calcula que el sector aglutina un promedio
de dos millones de lectores mensuales, y que realiza un aporte significativo a
la industria gráfica, que asciende a los 3,5 millones de pesos por mes
destinados a pymes en distintas regiones del país. Constantemente amenazadas
por el precio del papel y las condiciones desfavorables para la circulación,
estas revistas culturales sobreviven porque las sostienen las y los lectores.
Esa realidad nos ha llevado a reunirnos para construir de manera colectiva:
la competencia pertenece al paradigma que queremos dejar atrás. Tras años de
estudiar y debatir nuestras problemáticas, elaboramos el proyecto que plantea,
por sobre todas las cosas, el reconocimiento del sector como un actor
vital en el proceso de comunicación del país, que responde a una lógica
diferente de la estrictamente comercial, nacida de las mismas prácticas de
resistencia de la sociedad.
El proyecto impulsado desde AReCIA, presentado por el diputado Jorge
Rivas y que ya cuenta con el aval de legisladores y universidades nacionales,
tiene cuatro patas fundamentales: un tratamiento impositivo más equitativo; un
fondo económico destinado a la inversión, desarrollo y consolidación del
sistema de producción
independiente y autogestivo; el acceso prioritario a créditos, licitaciones y
concursos, y garantías en los mecanismos de circulación y difusión: medios
públicos, bibliotecas y centros culturales, entre otros. Eso es lo que
garantiza este proyecto de ley: que el sector de revistas independientes y
autogestivas pueda multiplicarse, fortalecerse y crecer para estar a la altura
de esa necesidad social de la que somos hijos y deudores.
* Presidente de la Asociación de Revistas Culturales Independientes de
la República Argentina (AReCIA).
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