miércoles, 2 de octubre de 2013


El futuro de la comunicación y los medios

Mirando hacia el futuro, Pascual Calicchio aporta información acerca de cómo se regulará Internet y qué pasará con leyes de autor que existen en Argentina.

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http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Pascual Calicchio *

Mientras todas las miradas estuvieron puestas en la audiencia pública convocada por la Corte Suprema para analizar la constitucionalidad de diversos artículos de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, confluyeron en Buenos Aires algunos eventos que no tuvieron mucha prensa, pero donde se debatieron temas que van a ser tan importantes como esta ley para el futuro de los medios y el periodismo en los próximos años: cómo se regulará Internet y qué pasará con las obsoletas leyes de autor que existen en nuestro país.

Por un lado, se realizó la Cumbre Global de Creative Commons 2013 que tuvo como presencia central a uno de los fundadores del movimiento: Lawrence Lessig. Paralelamente se realizó el taller Por una mejor regulación de Internet en Argentina, organizado por el Centro de Estudios en Libertad de Expresión y Acceso a la Información (CELE). En ambos casos hubo expositores de Latinoamérica y Europa, representantes de la sociedad civil, políticos, académicos, activistas, periodistas. Con otras características, pero con muchos puntos de contacto también se realizó el capítulo porteño del Hack Hackers, que reúne a periodistas y programadores y llegó a Argentina Frank La Rue, relator especial de las Naciones Unidas (ONU) para la Libertad de Opinión y Expresión, quien vino a presentar su último informe “Incidencia de la vigilancia estatal de las comunicaciones en el derecho a la privacidad y el derecho a la libertad de expresión”.

¿Por qué me parece importante resaltarlo? Porque estas actividades reunieron a una cantidad importante de entusiastas que debatieron apasionadamente los temas en cuestión, pero siguen siendo una minoría. En cada uno de estos eventos me fui cruzando con las mismas personas. Me recuerda los primeros debates de la Coalición por una Radiodifusión Democrática, allá por el 2004. ¿Cómo masificarlos para que dejen de ser cosas para entendidos?

En América latina el 97,5 por ciento (es decir casi todos y todas) de los usuarios de Internet usan alguna red social e invierten un promedio de 10,3 horas por mes en ello, casi el doble que en EE.UU. Como dijo alguien en Twitter, muchos de ellos entregarían toda su privacidad a cambio de vidas en el Candy Crush, o por una app gratuita para su smartphone. Hay personas que son capaces de poner alarmas y no avisar a su vecino que se van de vacaciones para que no se sepa que la casa queda sola, pero después lo publican en Facebook.

Según datos que vertieron distintos expositores en el último Social Media Day de Buenos Aires, la televisión sigue siendo el medio con más llegada, pero el 77 por ciento de los usuarios usa otros dispositivos junto a la TV y el 31 por ciento de los usuarios comenta TV en tiempo real a través de las redes. El 35 por ciento de los argentinos dijo estar de acuerdo con que el primer lugar donde busca información es Internet y alrededor del 20 por ciento conoció a los candidatos que votó en las últimas elecciones allí.

El usuario masivo de Internet prefiere la comodidad a la seguridad hasta que siente miedo y no sabe cómo manejarlo, entonces aparecen los mitos, los terrores y las confusiones. Lo pude comprobar en las reuniones promovidas en el Congreso por la diputada Paula Bertol (PRO), donde las madres de las víctimas de lo que se conoce como “grooming” (las acciones de un mayor en Internet para entrar en contacto con menores y abusarlos sexualmente) se expresaron enfática y justificadamente pero adjudicándole a la tecnología responsabilidades que no le corresponden.

Eleonora Rabinovich (directora del Area de Libertad de Expresión de la ADC) tiró un disparador en las Jornadas Académicas preparatorias de la Cumbre de CC que no fue compartido por todos, pero que favoreció el debate: la Argentina tiene la suerte de haber llegado tarde a los debates sobre regulación de Internet porque puede aprender de las experiencias y errores de otros países. Un caso muy presente fue el de Marco Civil da Internet en Brasil.

¿Quién debe regular Internet si es que se debe hacerlo? ¿Cómo garantizar que cualquier tipo de intromisión en nuestra privacidad tenga la garantía del debido proceso? ¿Cómo evitar que se sancionen leyes que tras objetivos justos como la defensa nacional o combatir la pedofilia terminen atentando contra la libertad de expresión? ¿Cómo mantener la neutralidad de la red? ¿Cómo evitar que las leyes de autor limiten la creación de obras culturales? ¿Es necesario el monopolio para que funcione Internet? Son algunas de las preguntas que se debe hacer la sociedad en su conjunto y no sólo los especialistas. Si llegamos tarde, todavía estamos a tiempo de recuperar el terreno perdido.

* Licenciado en Comunicación Social. Docente de Políticas y Planificación de la Comunicación, Facultad de Ciencias Sociales, UBA.

Agenda pública, agenda política

Para Washington Uranga, la agenda pública es un espacio político que está vinculado con el ejercicio de la ciudadanía en democracia y los periodistas tienen que colaborar para garantizar también allí la vigencia del derecho a la comunicación.

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http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Washington Uranga

¿Cómo puede definirse la agenda pública? En pocas palabras: aquello de lo que se habla en lo cotidiano y que, por distintos caminos, es relevante para la vida de las personas en una sociedad. ¿Quién determina los temas de la agenda? No hay una sola respuesta para esa pregunta, pero se puede afirmar que el sistema de medios de comunicación tiene gran incidencia en su establecimiento. Suele decirse que los medios no ejercen tanta influencia en torno de qué pensar respecto de esto o aquello, pero sí en relación con cuáles son los temas acerca de los que se debe hablar. Esto es fijar agenda.

Por eso, vale señalar que el armado de las agendas públicas es también un escenario de lucha política, en tanto y en cuanto es el resultado de una negociación simbólica que concluye con la determinación de aquello que noticiosamente resulta relevante para la sociedad. En este proceso intervienen medios, periodistas y audiencias. Son negociaciones que constituyen formas de ejercicio del poder y que facilitan o condicionan la participación ciudadana, la libertad de pensar y decidir de las personas, en definitiva, el derecho a la comunicación.

Un ejemplo bien reciente ocurrió con las participaciones de los presidentes latinoamericanos en la asamblea general de Naciones Unidas. Cristina Fernández, pero también Evo Morales y Dilma Rousseff, para mencionar tan sólo algunos, en sus discursos ante el foro mundial fijaron posiciones, plantearon debates, instalaron temas que, en la gran mayoría de los casos, fueron ignorados por los medios de comunicación que reportan a los centros de poder. En Argentina y en el mundo. Es una buena muestra acerca de cómo la omisión también es una manera de incidir en la agenda pública y de hacer política. También la forma de referirse a los acontecimientos. Si el presidente Obama habla por teléfono con su par iraní es “un avance hacia el diálogo y el entendimiento”. Si el gobierno argentino da un paso para encontrar instancias de diálogo con Irán, en cambio, está “cediendo ante un Estado terrorista”.

En un libro reciente (Calidad informativa, La Crujía) la investigadora Lila Luchessi asegura que “el periodismo ya no representa un lugar de autoridad, sino de organización de un saber que se comparte. Compartir, como tarea, es una de las características centrales de este momento”. Construir la agenda pública es parte de esa tarea de compartir. Pero para que sea respetuosa del derecho a la comunicación, tal agenda tiene que ser completa en temas y en actores. Tiene que representar la pluralidad de cuestiones y enfoques y la diversidad de los actores presentes en el escenario. Es una forma de atenerse a la verdad informativa entendida como la realización del derecho de todo individuo y de todo colectivo social a una información veraz.

¿Qué es una información veraz alejada de toda presunta e inexistente objetividad? Aquella que, siendo completa y oportuna, permita a cada persona, a cada comunidad, a la sociedad, la construcción de un sentido particular acerca de los hechos, las situaciones y los temas, para poder acceder a puntos de vista propios que sean la base, luego, de decisiones personales.

Para ello, los periodistas tenemos que volver a las fuentes primarias, relegando a un segundo plano al muy consultado pero poco referido Dr. Google. Volver a las fuentes es ubicar en el primer plano a los actores sociales como protagonistas y constructores de la agenda pública, facilitar que se oigan sus voces, no sólo acerca de los temas considerados por los medios como importantes, sino haciéndolos participar de la construcción de tal agenda para insertar allí sus propios temas, aquellos que los actores de base consideran relevantes.

Volver a las fuentes es también prestar atención a los actores en el territorio haciendo un esfuerzo de inteligibilidad acerca de la verdad relativa de cada uno de ellos en su contexto. Hacerlo es aportar a la construcción social, al derecho a la comunicación y a la libertad de decisión de los sujetos y de los actores sociales.

Tener incidencia en la construcción de la agenda pública es hoy en día, también, una forma de participación ciudadana en la política, y los periodistas, en general los comunicadores sociales, tenemos que asumir el rol de garantes de este derecho poniendo nuestras capacidades científicas, políticas y técnicas, al servicio de esta tarea que es construcción de ciudadanía en democracia. Es una tarea fundamental para los que hacemos comunicación con sentido ético, profesional y con la pretensión de aportar al desarrollo de las sociedades en las que estamos viviendo.

Porque, sin duda, la agenda pública es un escenario político, de debate ciudadano y de ejercicio de derechos.

 

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